Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

II Macabeos 6, 1-18

1 Poco tiempo después, el rey envió al ateniense Geronta para obligar
a los judíos a que desertaran de las leyes de sus padres y a que dejaran de
vivir según las leyes de su Dios;

2 y además para contaminar el Templo de Jerusalén, dedicándolo a
Zeus Olímpico, y el de Garizim, a Zeus Hospitalario, como lo habían
pedido los habitantes del lugar.

3 Este recrudecimiento del mal era para todos penoso e insoportable.
4 El Templo estaba lleno de desórdenes y orgías por parte de los

paganos que holgaban con meretrices y que en los atrios sagrados andaban
con mujeres, y hasta introducían allí cosas prohibidas.

5 El altar estaba repleto de víctimas ilícitas, prohibidas por las leyes.
6 No se podía ni celebrar el sábado, ni guardar las fiestas patrias, ni

siquiera confesarse judío;

7 antes bien eran obligados con amarga violencia a la celebración
mensual del nacimiento del rey con un banquete sacrificial y, cuando
llegaba la fiesta de Dióniso, eran forzados a formar parte de su
cortejo,
coronados de hiedra.

8 Por instigación de los habitantes de Tolemaida salió un decreto para
las vecinas ciudades griegas, obligándolas a que procedieran de la
misma
forma contra los judíos y a que les hicieran participar en los
banquetes
sacrificiales,

9 con orden de degollar a los que no adoptaran el cambio a las
costumbres griegas. Podíase ya entrever la calamidad inminente.

10 Dos mujeres fueron delatadas por haber circuncidado a sus hijos;
las hicieron recorrer públicamente la ciudad con los niños colgados
del
pecho, y las precipitaron desde la muralla.

11 Otros que se habían reunido en cuevas próximas para celebrar a
escondidas el día séptimo, fueron denunciados a Filipo y quemados juntos,
sin que quisieran hacer nada en su defensa, por respeto a la santidad del día.

12 Ruego a los lectores de este libro que no se desconcierten por estas
desgracias; piensen antes bien que estos castigos buscan no la destrucción,
sino la educación de nuestra raza;

13 pues el no tolerar por mucho tiempo a los impíos, de modo que
pronto caigan en castigos, es señal de gran benevolencia.


14 Pues con las demás naciones el Soberano, para castigarlas,
aguarda pacientemente a que lleguen a colmar la medida de sus pecados;
pero con nosotros ha decidido no proceder así,

15 para que no tenga luego que castigarnos, al llegar nuestros pecados
a la medida colmada.

16 Por eso mismo nunca retira de nosotros su misericordia: cuando
corrige con la desgracia, no está abandonando a su propio pueblo.

17 Quede esto dicho a modo de recuerdo. Después de estas pocas
palabras, prosigamos la narración.

18 A Eleazar, uno de los principales escribas, varón de ya avanzada
edad y de muy noble aspecto, le forzaban a abrir la boca y a comer carne
de puerco.